Al día siguiente Ali, Nata y yo fuimos a la discoteca Apolo. Mis
amigas se negaron a que viniera Álvaro, ya que era una “noche de
chicas”. Pero Nata le aseguró de que me iba a vigilar para que no
hiciera ninguna “tontería”. Por la tarde las chicas me habían
comprado un vestido precioso, sin dejarme pagarlo. Era blanco con un
cinturón negro. Muy sencillo, y muy bonito. Entramos en la disco con
nuestras respectivas entradas. Ali pronto empezó a hablar con un
chico y nos quedamos Nata y yo junto a la barra. Cuando noté que el
alcohol hacía efecto, dejé mi cerveza a un lado y salí a la pista.
Empezó a sonar una canción de reggaetón y aunque no me agradaba,
me puse a bailar con mucha energía. Estaba bailando con alguien, y
ese alguien me cogió y me arrastró fuera de la pista, a un lugar
con menos barullo. Miré a esos ojazos azules tan hipnotizantes que
me recordaban a alguien... ¿A quién? Continué recorriendo con mi
mirada su perfecta sonrisa, y luego su pelo rizado, a media melena,
cobrizo... ¡Joder! ¡Era él! Pero si ya lo había olvidado... Me
sonreía.
-¿Me recuerdas? -asentí, aún flipando.- Soy Carlos, ¿y tú?
-Cristina... Pero llámame Cris.
Seguía sonriente, regalándome una de sus mejores sonrisas,
acogedoras, que te transmitían calor, ilusión, confianza, ganas de
vivir... Era una de esas personas que con sólo verla, te alegraba el
día entero, de esas que aunque no quisieras, involuntariamente
sonreías, de esas que si sufría tu sufrías con ella, que si te
caías se caía contigo... ¿Pero qué digo? Nunca dejaría que te
cayeses.
-Encantada -sonreí-. Oye, me tengo que ir. Lo siento.
-Claro, no pasa nada. Adiós, Cris.
Busqué a Natascha con la mirada y la encontré hablando con un chico
que parecía muy agradable. La cogí de la mano y me la llevé, un
poco confusa. Luego divisé a Ali, liándose con uno. Muy típico de
ella. La agarré con la mano que me quedaba libre y me la llevé a
rastras, pataleando.
-Ali, nos vamos
-¡¿Qué?! Ni hablar.
-He dicho que nos vamos.
Debí dar miedo, porqué se calló. Miré la hora en el móvil, ya
fuera del local. Las 3:46 de la madrugada.
-¡Mierda! -me lamenté- El metro ya ha cerrado.
-Os puedo llevar.
Me giré y contemplé al chico que había hablado.
-Carlos... -No quería que él me llevase, pero no nos podíamos
quedar hasta las 6 que abriera el metro- Pues...
-Anda, vamos.
Nos llevó a un Citroën gris que estaba aparcado en la otra calle.
Me subí en el asiento del copiloto, y Nata y Ali detrás. Estaban un
poco sorprendidas, y empezaron a cuchichear. Le dije mi dirección y
cómo llegar, y arrancamos.
Cerré la puerta de mi casa despacio, para que no se despertasen los
vecinos. Le puse un Whatsapp a Álvaro, aunque su última conexión
había sido a la una y veintiocho minutos. Me quité la ropa, la dejé
encima de la silla y me acosté en ropa interior.